viernes, 15 de noviembre de 2019

Amar es Para Valientes, Book Review

Amar es Para Valientes, es el libro que el predicador Itiel Arroyo escribió para la organización E625 dentro de la categoría consejería y jóvenes. Su contenido revelador y contracorriente busca reivindicar y profundizar el significado de la palabra amor. 


Desde el prólogo, la introducción y sus 12 capítulos el autor hace un viaje por el origen de la palabra, lo que pensó Dios para ella y a través de una explicación bíblica y experiencias propias y de otros, Itiel logra sumergirnos página tras página en una conversación confrontadora que más que con el autor pareciera con el Espíritu Santo. Ninguna categoría se le escapa, está presente el amor del padre, de Cristo, el amor en nuestras relaciones, con la iglesia, y la profunda relación de esta palabra con el sexo. 


Sin lugar a duda muchas cosas me encantaron de este libro, pero un detalle particular me enganchó de inmediato y es el valor y coherencia que existe en las palabras claves que definen cada uno de los capítulos, ellas están articuladas de tal manera que no solo le dan poder a la palabra amor sino a la palabra misma que fluye de nuestras bocas y de la boca de Dios. 


Pero un capítulo en concreto llegó a lo más profundo de mi corazón y es el correspondiente a la honra a nuestros padres, si bien he escuchado diferentes mensajes al respecto, incluído uno del autor, esta vez mi visión al respecto fue cuestionada y caló hasta lo más profundo de mi alma. Uno de los ejemplos que plantea Itiel sobre la honra me recordó un episodio de la infancia con mi abuelo, y como sin saberlo, sin una mala intención mis padres y yo le habíamos lastimado al punto de deshonrarlo y romper nuestra relación por siempre. No podría explicar mucho aquí porque corresponde de mi parte guardar el corazón de mi papá, pero la situación en ese momento requería ese actuar en algo parecido a “entre la vida y la muerte”, Aunque ser consciente del dolor que causamos me hizo reflexionar y pedir perdón a Dios y en un acto simbólico a mi abuelo que ya no está en esta tierra. Mi visión de la honra nunca más será igual y siempre estaré agradecida con Itiel por ayudarme a entender este mandamiento como parte del amor. Una de las frases que guardo en mi cabeza de este capítulo en específico es: “un signo que evidencia la depravación de una generación es la deshonra a sus padres” ¿no les habla esto en lo que vivimos actualmente? 

Este libro no es para leer una sola vez y tampoco para leerlo con afán, para mí es un libro de consulta constante y tan reflexivo que en algún punto hasta el más duro corazón puede ser quebrado, y eso lo hace refrescante en medio de tanta literatura cristiana que actualmente circula. Respeta por completo el fundamento de la palabra amor que se encuentra en la  Biblia y aporta no solo al ministerio con Jóvenes sino a la vida de cualquier ser humano que quiera reivindicar la palabra amor en su vida, ministerio y relaciones. 

Si me piden una calificación por estrellas diría que es un 5 estrellas y completamente recomendado, quizá exagere, quizá no, pero es una pieza maravillosa que debería estar en las bibliotecas de toda familia. Adicional si me lo preguntan es un libro que también puede leer una persona que no conoce el evangelio, su claridad le permitiría sin duda replantearse el concepto que tiene del amor. 


Para cerrar, sería feliz con una segunda parte, quizá una que profundice un poco en la visión del amor alrededor de la disciplina que debe aplicarse a nuestros hijos y que Dios aplica con nosotros. Pero ¿quién soy yo para pedirle esto al autor? De lo que sea que escriba Itiel en su próximo libro seremos felices como familia de leerlo.

¿Dónde encontrarlo?
https://e625.com/producto/amar-es-para-valientes-itiel-arroyo/

lunes, 22 de abril de 2019

¡Necesito descansar!

Tuve unas semanas de locos, mi esposo tuvo una cirugía de rodilla y por esa razón mis
roles se duplicaron, lo que no se duplicó fue el tiempo. En casa normalmente nos dividimos las tareas y para ese momento todas estaban a mi cargo, además del cuidado de él y de mi bebé, (no se imaginan cuánto valoré todo lo que mi esposo hace a diario por nosotras en esos días).  


La primera semana de su recuperación fue bastante pesada para mí, no sabía realmente si iba a poder superar la prueba y por momentos no fui la esposa ideal. Por el contrario, parecía que a veces se me olvidada hasta ser una hija de Dios en medio de tanta presión. Me sentía molesta, cuestioné varias veces su decisión de operarse en esta época y hasta estuve tentada en pedir que alguien viniera de Colombia a ayudarme.


Les confieso que algunas madrugadas cuando me pedía ayuda me levantaba de mala gana, renegando y frustrada por no poder dormir. Había tenido un dolor de cuello por más de un mes y tomé muchas veces de excusa esa situación para justificar mi molestia.


Pero ya sabemos que Dios no se guarda nada y en cada prueba nos enseña algo nuevo y  también saca a la luz esas áreas donde estamos fallando, y ese momento no fue la excepción. Bastó pedirle varias veces que me quitara el dolor de cuello para que como a Pablo me dijera: “bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad” - ¿Pero cuál debilidad? Solo te estoy pidiendo que me quites este dolor de cuello, tan fácil como en una de esas sanidades que he leído-.  


Y es que si bien el dolor de cuello era el reflejo del estrés que acumulé por varios meses, era también el llamado de atención de mi cuerpo y mi espíritu para enseñarme a soltar el control y a descansar. Las mujeres desde hace un tiempo hemos venido cargando con la necesidad de sentirnos superpoderosas, y resulta que no hay nada más agotador que querer tomar el puesto de Jesús cuando somos simples seres humanos.


Me explico, si bien Dios nos creó con particularidades que nos hacen sentir y ser fuertes como dar a luz a un bebé o poder hacer varias cosas a la vez, también nos creó con necesidades que solo él puede suplir. Y no, no somos heroínas que salvan el mundo todo el tiempo. Necesitamos de otros y por supuesto necesitamos de Dios. A mí se me estaba olvidando que no era en mis fuerzas sino en las suyas.


Durante esas semanas aprendí la importancia del descanso, de hacer una tarea a la vez bien hecha y a comprender que hay limitaciones que si bien me frustran, son necesarias para reconocer que no soy perfecta y eso está bien. Su gracia es suficiente para sostenerme en mi debilidad.


Esta semana te quiero animar a no cargar con tanto, a que sueltes ese control y que te dejes ayudar. Las manos de otros y sobre todo el amor de Dios están ahí para ti, no pretendas serlo todo para todos en casa, el trabajo, la universidad… más bien deja que Dios se manifieste a través de otros, y sí, aún a través del descanso en medio de tu necesidad.

lunes, 18 de febrero de 2019

La hora del amor

Desde que Agustina nació, ella ha sido una niña demasiado tranquila. Ella llora por lo estrictamente necesario y es complejo darse cuenta cuando está enferma. Pero de unas dos semanas para acá veníamos notando que después de las 5 de la tarde lloraba inconsolable y lo hacía con mucha rabia.

Al principio no les voy a negar que me desesperaba, en especial, porque a esa hora por el cansancio suele darme dolor de cabeza. Las mamás me entenderán, no hay nada más complejo que un bebé llorando y tu cabeza zumbando. El asunto es que optamos muchas veces por dejarla llorar, le llamábamos la atención y pensábamos que estaba muy consentida (obvio está consentida) pero realmente no sabíamos cómo manejar el asunto.

Un día ya habiendo agotado los recursos humanos y sin dolor de cabeza a bordo, escuché una voz, la voz del Espíritu Santo que me dijo: “abrázala muy fuerte, ponla entre tus brazos y arrullala. No importa si trata de soltarte y te da golpes con todas sus fuerzas, sigue dándole todo tu amor hasta que se calme y en ese momento habla con ella”. Así lo hice y pasados unos minutos de besos, abrazos y arrullos mi hija se encontraba durmiendo entre mis brazos con mucha paz.

Más adelante descubrí que era normal, que hay horas después de las 5 de la tarde donde los bebés de 1 a 3 meses sacan todo su estrés, su rabia etc… Y aunque leí sobre muchas técnicas “la hora del amor” como la bauticé, es lo único que funciona para ella.

Cada vez que lo hago viene a mí mente este versículo: “Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!” Mateo 7:11 NVI. Y  así es, a veces yo he querido huir de Dios, en especial cuando siento que las cosas no salieron como esperaba y pienso que de alguna forma me traicionó, no es que Dios sea así, pero mi mente limitada a veces no logra ver más allá de la situación y no encuentra propósito en lo que está pasando.

Lo interesante es que el mismo Dios creador del universo me abraza, me besa, me consiente y no me suelta en esos momentos. ¿Qué cómo lo hace? Uff amigos con tantos detalles en su palabra, durante el día, a través de desconocidos y conocidos, mientras estoy orando, a través de Jesús… lo hace una y otra vez, y aunque quiera soltarme es imposible resistirme a su amor y calmarme entre sus brazos.

¿Estás a punto de soltarte de su amor? ¿No conoces el amor de un padre terrenal de esa manera y te cuesta ir a sus brazos? ¿Tu prueba actual te hace pensar que no está contigo? ¿Todo está muy oscuro y tienes mucha rabia? Te quiero animar a pasar esa hora de amor con Dios, lo bueno es que podrás hacer tu pataleta, aun golpearlo como hace mi hija conmigo al querer soltarse, Dios tal cual como este ser humano que escribe tendrá paciencia suficiente hasta que te dejes amar, te calmes y pueda hablar contigo. ¡déjate amar!

martes, 22 de enero de 2019

Cicatriz




El 25 de Noviembre de 2018 fue quizá el día más lindo y a la vez más difícil que he vivido hasta ahora. Después de dar a luz de forma natural a mi hija y tenerla por unos segundos en mis brazos, la noche más oscura de nuestra familia se asomó trayendo dolor y confusión.

Las doctoras y enfermeras en mi sala hacían todo lo posible para sacar la placenta, pero parecía que ella se estaba aferrando sin compasión a mi cuerpo. Poco a poco me estaba desangrando y mi vida empezaba a pender de un hilo. Lo que debía ser un momento precioso al lado de mi hija y mi esposo terminó en un quirófano sintiéndome más muerta que viva.

El resultado: una histerectomía parcial que me dejó sin útero, sin la posibilidad de tener más hijos y una transfusión de sangre para suplir todo lo que perdí. Levantarme al otro día en cuidados intensivos no era el plan que tenía para iniciar mi maternidad y que mi esposo tuviera que hacerse cargo solo de las dos al tiempo tampoco.

¿Pero qué pasó exactamente? Resulta que la placenta echó raíces en una vieja cicatriz que tenía en mi útero. Los que me conocen y han leído mi blog o visto alguno de mis videos saben que pasé por tres cirugías para sacar unos miomas que se alojaban allí. El principal estaba ubicado en el lado derecho de mi útero. La placenta suele agarrarse de algo y en este caso lo hizo de ese lugar que se encontraba dañado. No puedo explicarles con exactitud pero lo que entendí es que echó unas raíces tan profundas que hizo un hueco, ese hueco provocó la pérdida de sangre y finalmente desencadenó en sacarlo todo para poder seguir viva.

El proceso de recuperación no ha sido sencillo y las heridas emocionales están, pero les aseguro que nada es en vano cuando estamos de la mano de un Dios tan poderoso como en el que creo. El punto es que Dios no se queda con nada y en medio de las tempestades tiende hablar con más claridad a nuestras vidas, porque si bien lo puedes sentir lejos de la barca él está allí.

Hoy recuerdo lo que dice Hebreos 12:15 “Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos”, en este caso la placenta echó raíz en un lugar amargo, en una cicatriz del pasado causando daño que terminó trayendo infertilidad parcial a mi cuerpo. Tal cual como cuando dejamos que el odio, la falta de perdón, el dolor, la autoconmiseración y tantas cosas que no nos hacen bien se vuelvan tan profundas que lo que era una cicatriz se convierte en un hueco donde la peor amargura brota, se reparte en nuestras vidas y las de otros trayendo infertilidad en el Reino de Dios y en todo lo que hacemos.

Por eso parte de mi sanidad ha sido pedirle a Dios que no deje que el dolor por la pérdida me haga una mujer llena de amargura, que me ayude todos los días a disfrutar del milagro de mi hija y que me recuerde agradecer por no irme a su presencia antes de tiempo sin cumplir la totalidad de su plan.

Hoy pido que sea cual sea la situación que estés viviendo o que vivieras en el pasado puedas entregarla a Dios para que ninguna raíz termine dañando tus relaciones, propósito o tu propia vida. Que el agradecimiento en la dificultad sea tu canción de guerra, el amor por Dios tu seguridad y la gracia expresada en Cristo tu esperanza.

lunes, 27 de agosto de 2018

El Casco Protector

Por: Camilo Fierro

A veces Dios nos regala cosas que no deseamos, y nuestra reacción nos puede sorprender.

Sam, así lo llamaremos, fue quien me recibió en el ministerio de IT en mi iglesia en NYC. Recuerdo mucho ese día, porque nos encontramos en los cinemas de enfrente de donde nos reunimos cada domingo, y me costó mucho amarlo por su falta de atención hacia mí. Meses después, tuve la oportunidad de ir conociendo su corazón. Y sí, hay personas en Nueva York que son muy frías o distraídas, pero también tienen cosas buenas. Y él es de los que tiene muchas en su corazón.

Era la primera vez que iba a las oficinas de la iglesia para pasar un buen rato y hablar de muchas cosas con mi líder de servicio. Era uno de aquellos viernes en que no trabajaba por el horario en mi proyecto, y había tomado mi scooter para ir.

Sam estaba allí, y recuerdo que me preguntó si tenía un casco para montar el scooter. Él estaba contándonos que tiene un ‘algo’ con Dios de ir regalando cosas a personas. Había preguntado si conocíamos a alguien que quisiera su televisor, pero ni mi líder ni yo supimos decirle quién. Por mi lado, hice una nota mental de preguntar en el grupo de conexión si alguien estaba interesado.

Pero bueno regreso al tema. Tiempo atrás, mi amada y a veces cantaletosa esposa Lucía me había pedido que comprara un casco ella no quería que andara por la ciudad sin eso, pero yo la ignoré porque, la verdad, me daba mamera, pena y estaba seguro que me dañaría el peinado.

“¿Cuál es tu activo más preciado?” - Preguntó Sam. Sin darme tiempo de responder, continuó: “eres desarrollador, ¿no?”

“Sí” - Le dije mientras pensaba que mi activo más preciado eran mis manos.

“Si eres desarrollador, entonces tu activo más preciado es tu mente. Debes andar por la ciudad con tu mente protegida. Tengo un casco para regalar, y te lo voy a dar a ti para que lo uses cuando montes el scooter ” - Sam me lo dijo como si se creyera mi papá. De inmediato, sentí la misma mamera y tuve la misma reacción que con mi esposa (ignorarla). La diferencia es que mi esposa no tenía el dinero para comprarme el casco (en otra ocasión les hablaré de éste tema, porque mi esposa vive de una mesada), pero Sam ya tenía uno.

Me sorprendió la manera de hablar con autoridad de él, y ahora aprendo que acá en NY hay que hablarle a la gente con mucha autoridad para que te den un espacio de su atención y una pizca de su respeto, como cuando le doy el asiento en el subway a alguien que lo necesita. Es una ciudad agitada y llena de egos, pero maravillosa por su variedad y potencial.

El caso es, que cuando le conté a mi esposa, me dijo que llevaba una semana orando por el tal casco.

¿Cuántas veces nos olvidamos que estas cosas son regalos de Dios? ¿Por qué nos cuesta tanto entender cosas tan básicas, que aprendemos casi que el mismo día que conocemos a Dios, como que todo lo bueno viene de Él? Lo que Sam me dijo era completamente cierto. Dios no quiera, pero, ¿y si me accidento montando scooter? Es más que obvio que el solo hecho de montar scooter en Manhattan aumenta mis chances de accidentarme, pero mi mente terca y orgullosa no lo quería aceptar. Ahora tengo una hija en camino, y aparte de deber cuidarme más por ella y por mi esposa, debo ser un ejemplo aún sin que me vean.

Dicho y hecho, a los dos días, Sam cumplió su palabra y me entregó el casco en la iglesia. Pero ni crean que me había dado cuenta del regalo de Dios. Le dí un 'gracias' artificial, mientras pensaba en lo cansón que iba a ser llevarme ese casco a la casa y que iba a ser un objeto más para acumular en nuestro pequeño apartamento.

Mi esposa estaba felíz cuando lo vio. Dios había cumplido 1 Juan 5:14 al pie de la letra, porque sí es su voluntad cuidarnos, incluyendo si es necesario utilizar objetos físicos. Lo que pasa, es que a veces somos tercos y creemos que lo natural (físico) no es reacción de algo que pasa en lo sobrenatural (espiritual).

Era lunes, el día en que debía usar el casco por primera vez, y, ¿qué hice? Me resistí. Ese día no fui al trabajo en scooter solo para no tener que usar el casco. Pero Dios es bueno y paciente. Nos ama tanto que busca el mejor momento para confrontarnos y llamarnos la atención cuando estamos siendo indisciplinados. Entre ayer y hoy me di cuenta de su bendición y de que lo mismo me puede pasar a mí como padre. Si no soy ejemplo, no voy a poder pedirle a mi hija que utilice un casco para su protección. Además, hoy pude entender lo que sintió Dios cuando lo rechacé el viernes, ¡y el sábado, y el domingo, y el lunes! Me imaginé al lado del árbol de navidad con mi hija, dándole un hermoso regalo que tanto busqué, y viendo cómo ella lo abría y lo despreciaba. Vi la misma pataleta que le hice a Dios por el casco, y me quebré.

Luego de leer lo escrito en este post, me doy cuenta que necesito un corazón un poquito más como el de mi esposa. Un corazón que se sorprenda con cada detalle que me da la vida, un corazón que deje de mirar al piso y levante sus manos al cielo en agradecimiento cada día, celebrando que tenemos a un Dios que nos cuida tanto con ángeles, como con cascos.

Para tu reflexión:

¿Qué regalo de Dios has rechazado o ignorado? ¿Cómo reaccionaste? ¿Qué decisión tomas hoy para evitar el no ver la bondad de Dios?

lunes, 9 de abril de 2018

El precio de milagro

Todos en algún momento hemos orado por un milagro. Sea cual sea, en lo más profundo de nuestros corazones existe la esperanza de que algo sobrenatural ocurra y nos saqué de la situación compleja por la que estamos atravezando. 

En ocasiones no recibimos lo esperando sino algo mejor, aprendiendo con esto que no podemos limitar con nuestra mente a Dios. En otros momentos hemos recibido un NO rotundo que aunque dolió, con el tiempo entendemos un poco mejor las razones. 

Antes de continuar quiero hacer un alto: no es el papa, la virgen, el santo, el pastor, el muñeco, ni el doctor los que hacen los milagros. Es Dios a través del único nombre en el que he visto verdaderos y duraderos milagros en mi vida y la de otros. Recuerdo una canción que se cantaba mucho en la iglesia católica a la que asistía cuando era niña y la cual decía una verdad que nunca entendí porque no se manifestaba en todo lo demás que ellos decían, la canción decía así: "no era la sombra, ni tampoco Pedro, era el Espíritu Santo que Pedro tenía del Nazareno" sí, el nazareno es Jesús, porque no necesitamos ningún otro intercersor delante del padre "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" 1 Timoteo 2:5 

Puesta esta verdad en el tintero continuo, la cuestión es que creo que todos en algún momento hemos recibido un milagro o como en mi caso somos el milagro de alguien que oró y recibió la respuesta. Pero ¿Qué hacemos después de recibir el milagro? algunos celebramos, agradecemos y le contamos a los demás lo que pasó. Pero en ocasiones de la emoción olvidamos darle gracias al que concedió el milagro, ya nos hizo el favor ya podemos seguir con nuestras vidas. 

Pero si somos diferentes, pagaremos diario un precio por este, no hablo de subir una montaña popular en mi ciudad natal, donde la gente va de rodillas para dar gracias por el favor recibido o hacer varias novenas. Hablo de algo más profundo y es llevar una vida de agradecimiento que se convierte en una ofrenda para aquel que nos dio más. Una vida que transforma y que jamás olvida de dónde la sacaron. Hablo de pagar el precio de disfrutar todo lo que viene con el milagro y de vivirlo responsablemente. 

Me explico, si fuiste sano lo más lógico es que evites al máximo los malos hábitos que te llevaron a estar enfermo. Si fuiste libre que no vuelvas a ser esclavo, si eras ciego y ahora ves que vivas como alguien que ve y no como alguien que sigue entre sombras. El precio del que hablo es el del agradecimiento continuo, de matar esos deseos de hacer locuras porque ya estamos bien y ser más sabios para vivir nuestra vida. En pocas palabras el precio del que hablo es el de no desparramar la bendición recibida aún cuando nuestra carne nos pida otra cosa. 

Esta semana quiero animarte a recordar los milagros que ya recibiste, a dar gracias por ellos de nuevo y a pensar si realmente vienes cuidando de ellos o si por el contrario la emoción fue de momento y sigues sumergido en el mismo problema, no porque Dios no te sacara sino porque decidiste volver allí. Vamos agradecer y a seguir creyendo y si aún un milagro no ha sido recibido, ¡no pierdas la fe! no olvides que sea cual sea la respuesta, su voluntad es buena agradable y perfecta. 

lunes, 19 de marzo de 2018

Dale alas a un sueño





Ph: Lucía Hernández- Vista NYC desde Empire State

Si bien soy muy nerviosa con las alturas, he aprendido que puedo vencerlas y que cuando logro llegar a lo más alto de un edificio, una montaña o una atracción de un parque de diversiones, la vista que tengo al final justifica el riesgo. Y es que ver desde arriba las cosas resulta diferente. Los detalles se perciben mejor y puedes ver la belleza del paisaje cualquiera que este sea. 

Y así pasa con los sueños que tenemos, a veces parecen enormes montañas que no podemos conquistar, gigantes como los que vieron los israelitas que fueron a espiar la tierra prometida volviendo con pánico y  desconfianza a desalentar al resto del pueblo. Afortunadamente hubo un pequeño grupo en cabeza de Josué, que vió el paisaje y puso sus ojos por encima de los gigantes para ver todo lo que había prometido Dios. 

¿Tienes sueños? ¿Tienes promesas? es hora de ver por encima de los gigantes, las montañas o los edificios que se atraviesan para creer que pueden ser realidad. Es tiempo de ver el panorama, de creer en lo que Dios te ha dicho y de ejercer tu fe. Esta semana vuelve a darle alas a ese sueño pendiente, vuelve a leer esas promesas que Dios te ha dado en la Biblia y aférrate a ellas como si no existiera nada más.