miércoles, 13 de diciembre de 2017

El piloto

Estoy comenzando mi segunda semana en New York, sí, otro cambio más en este año que parece no quiere dejarme quieta en un solo lugar y por el contrario se empeña en hacer de mi vida un viaje, cosa que para nada me molesta.

Pues bueno, el día que nos vinimos de Dallas, tuvimos la fortuna de viajar en un vuelo dirigido por un piloto que se notaba llevaba años haciendo este trabajo y con solo verlo generaba el suficiente respeto, confianza y aunque no lo crean ternura. Él un hombre alto, de bigote, bien vestido y con una sonrisa absolutamente agradable.  

Créanme, me da algo de estrés subirme a un avión, pero a este en particular no. Ese piloto se ganó mi confianza. Por tres horas y media iría relajada porque quien manejaba sabía lo que estaba haciendo.

Pero ustedes estarán preguntándose a qué quiero llegar con esta historia, ¡tranquilos! Resulta que cuando lo vi se me ocurrió la maravillosa idea, muy cliché por cierto, de que Dios era como ese piloto, al que durante todo este año le había dicho que sí en cada cosa loca que me pedía. Era perfecto, los viajes ayudaban como ejemplo y algunas experiencias vividas también. Pero como siempre Dios tiene mejores planes y creo que no le gustan los cliché. Lo que quería Él era enseñarme otra cosa.

Durante la primera semana aquí estuve intentando tener mis consejos editoriales con Él para este blog, los vídeos y demás; pero nunca alcanzaba el tiempo en la mañana y cuando me disponía a tener la reunión ¡oh sorpresa! mi chico decidía llamar y decirme: -alístate vamos a ir a tal lugar-. Ustedes no se alcanzan a imaginar lo que yo sentía por dentro cada vez que lo escuchaba.

La primera vez le dije de una que sí, sin reparos, sin jetas y con todo el amor. Pero las otras dos salió de mí la peor persona. Me volví de esas mujeres que exigen sus espacios, su tiempo y dejaba claro una y otra vez que no estaba de acuerdo, que iba a salir finalmente por obediencia pero no más. Lo peor es que luego me disfrutaba los planes y me daba cuenta que su intención era que yo saliera del encierro a conocer con él la ciudad.

Pero tampoco soy tan bruta. A la tercera vez supe que algo más grande estaba detrás de esto y decidí preguntarle a Dios qué quería enseñarme. Ahí entendí, que durante tres días me estuvo mostrando que mi obediencia y confianza no eran como yo había creído: una obediencia y confianza ciega como la que tuve con aquel piloto de la aerolínea en la que viajamos.

En pocas palabras yo pretendía escribirles algo lindo sin haber entendido la dimensión de lo que les diría. Y es que es simple, las que están casadas me van a entender, obedecer a la cabeza de la casa en un mundo donde el feminismo ha satanizado de tal manera a todos los hombres, echándolos en una misma bolsa no es fácil. Mucho menos es fácil aceptar que somos cuello y ellos cabeza.

Comprendí con esto que si no podía obedecer a mi autoridad directa puesta por Dios en la tierra, mucho menos podría obedecer a Dios ciegamente.

La Biblia nos dice que la voluntad del padre es buena, agradable y perfecta, nos dice además que todo lo que nos ocurre a sus hijos es para bien. También nos dice que la mujer debe estar sujeta al hombre y que el hombre debe estar sujeto a Cristo quien es la cabeza de la iglesia. No se trata de una guerra de poderes, se trata de estar sujeto cada uno a lo correcto para poder confiar y vivir vidas más tranquilas alejadas de la competencia y la exigencia.

Obedecer no es ir por la vida diciendo sí a todo, pero si no te hace daño lo que obedeces no hay porque temer. No siempre lo que queremos hacer es lo que más nos conviene y darle la oportunidad de ser cabeza a quien realmente lo es puede resultar liberador.

No necesito exigirle nada a mi esposo, mi lugar como esposa y como mujer no depende de eso. He descubierto que entre más le doy su lugar él me da el mio.

Mi lección está aprendida. Pero seguramente año tras año, tanto él como yo, tendremos que seguir trabajando en ser mejores en el rol que nos ha sido asignado. Pero sobre todo una y otra vez tendremos que montarnos en el avión de la confianza en Dios con una genuina obediencia por amor hacía Él y lo que nos pide


santalulada

martes, 7 de noviembre de 2017

La Charla Pendiente


No sé a ustedes, pero a mí eso de las charlas pendientes no me gusta, me genera un estrés impresionante, y por más que quiera saber qué me van a decir me desagrada tener que ir a encontrarme con alguien para cumplir ese tipo de citas. No por orgullo, simplemente porque al no saber qué esperar de alguna manera uno busca protegerse y evadir.

Hace poco tuve que vivir una, afortunadamente todo salió mejor de lo que esperaba, pero esta situación en particular me llevó a reflexionar y a comprender que es mejor no dejar nada pendiente así el resultado no sea el mejor.

Vamos por la vida dejando asuntos por resolver por temor a ser dañados y no pensamos que podría pasar algo mejor y ser sorprendidos. Durante mi adolescencia fui de esas que dejó relaciones inconclusas, amistades a medias saliendo herida e hiriendo. Sin querer me convertí en alguien que le huía a la verdad y al dolor. Temía ser sincera y que fueran sinceros conmigo, como si esconderme fuera la manera propicia para resolver y como si el tiempo no se encargara de lanzarte preguntas como: ¿qué hubiera pasado sí?

No deseo extender mucho este escrito, en realidad lo que quiero es motivarlos a resolver los asuntos pendientes, a ir con la verdad y esperar lo mismo. Pero sobre todo a dejar el orgullo de lado y tratar de cerrar el ciclo, sea para no volver o para reiniciar, para darse cuenta de que tenían razón o simplemente para entender que estaban mal. No hay nada peor que quedarse con la duda y no hay nada mejor que cerrar los capítulos de nuestras vidas para seguir escribiendo unos mejores.

Santalulada 




martes, 22 de agosto de 2017

Peregrinos



Ph. Camilo Fierro 


Sentir la libertad a través de un recorrido sencillo, experimentar gozo mientras vas por el camino. Así se siente cuando dejas de lado los miedos y te arriesgas a enfrentar tu destino. Cuando por fin reconoces que eres solo un peregrino, tu corazón cambia al instante y de tu mente se aleja el ruido.

Y es que no vinimos al mundo a vivir con temor, mucho menos a quedarnos lamentándonos de todo aquello que nos pasó. Vinimos con un propósito dado por alguien superior y en su voluntad perfecta es donde hallamos paz y descanso en medio de tanto rencor.


viernes, 4 de agosto de 2017

Lo desconocido




 Estando aquí en Dallas descubro cada vez más cosas, no hablo de lugares o de comidas, me refiero a cosas en mi corazón, ese que parecía estar perfecto y que ahora fuera de su zona de confort no lo está tanto. 


Cuando estamos lejos de lo conocido, todo lo que hacemos y somos varía. Es como si un terremoto muy fuerte desacomodara todo alrededor y por obvias razones debes reconstruir. No se trata de un tema de coherencia, ni que allá fueras uno y acá otro, solo que te expones tanto con tu fragilidad que ese encuentro frente a frente con ella te hace ver de qué estás hecho y qué te falta. 


Nunca he estado más feliz como ahora. Es como si un rompecabezas nuevo comenzara armarse en cada camino que recorro y a través de cada persona que conozco, me encuentro con lo peor de mí pero a la vez me reencuentro con lo mejor que tengo. Mientras más me alejó de lo desconocido suelto las máscaras que creí me protegían, entre más me alejo me gusta más como Dios me creó. 


No creo que sea necesario irse de un lugar para vivir lo que estoy viviendo, para cambiar no se necesita tomar un avión y vivir muy lejos, se necesita decisión, alejarse de la zona de confort, dar un salto a las mentiras y sonreírle un poco a tu propio corazón. Se necesita coquetearle a nuestra alma, preguntarle cómo está, arriesgarse sin temores y hacer Su voluntad (la de Dios). 


Por años hemos estado armando nuestras historias basados en lo que otros nos dijeron que debían ser, pero ignoramos lo que nuestro creador quería en esencia que fuéramos, escribimos libretos basados en las vidas de otros pero tememos escribir nuestra historia. 


Vivamos un día a la vez, un día tras otro aprendiendo que ser nuestra mejor versión es la mejor manera de darle gracias a Dios por el regalo de estar vivos. Veamos lo desconocido como la mejor oportunidad. 


jueves, 13 de julio de 2017

Del sur al norte



 Ph. @santa_lulada

Me veo años atrás soñando con lo que estoy viviendo, no precisamente en este lugar, no con otro idioma, pero si lejos de todo lo conocido y recorriendo calles nuevas. En ese momento no tenía claro que no era donde yo quisiera sino donde Él propusiera. Quería ir al sur pero me trajo al norte. Yo quería bohemia y Él llevar su verdad.


Todos me hablan del sueño americano y estando aquí a mí me abruma solo nombrarlo. Me asusta desde llenarme de cosas innecesarias, hasta perder mi acento para que me acepten. No quiero perder la alegría, ni olvidarme que fue la cumbia la que me encantó antes que el pop. Quiero aprender lo bueno, disfrutar sin olvidar quién soy.


Estando aquí he comprendido que no pertenezco a un solo lugar, que soy hija de aquel que se movió junto al viento y viajó a lugares diversos, Él no tenía si quiera un lugar donde recostar su cabeza. Estoy aprendiendo que mi seguridad no depende de un país sino de mi confianza en Jesús.


Y mientras experimento cada cambio, mientras espero hablar de forma fluida del amor de Dios en un nuevo idioma, comprendo de a poco que una sonrisa, el amor y los abrazos son las mejores maneras para hacer real lo que con palabras por ahora no puedo expresar. Dios me trajo hasta aquí y no sé a donde me lleve toda esta experiencia, solo pido no olvidar que yo soy su pueblo y a donde quiera que me lleve él será mi Dios.


Porque nada en esta tierra nos hará completamente felices, ni el sueño cumplido. Pues cada sueño trae su propio reto y cada reto su alegría y dolor.

miércoles, 5 de julio de 2017

El libro de Dios



Una vez escuché que cuando me arrepentía de corazón y pedía perdón por mi pecado, Dios borraba de su libro inmediatamente toda la información que le recordara lo que hice. Era mi decisión si volvía a escribir allí la misma historia, nadie más podría dañar con tinta lo que Él había borrado con la sangre de su hijo.

Aunque me pareció maravilloso este nivel de perdón ofrecido por Dios, con los años me di cuenta que esta verdad preciosa y liberadora no era lo que estaba viviendo. Tenía el deseo de ser diferente y vivir una vida única para Él, pero constantemente los errores del pasado no me dejaban dar los pasos suficientes.

Los recuerdos de las malas decisiones venían en forma de pesadilla. La culpa se llevaba los sueños, y no eran los míos sino los de Dios los que parecían irse de mis manos.

Creí que solo haciendo cosas podría saldar mis pecados del pasado, me uní en una desenfrenada ola de actividades dentro de la iglesia y fuera de ella, todo lo que pudiera dar a otros sería mi penitencia para sentirme perdonada. Pero nada funcionó.

Un día leyendo la Biblia me encontré con este versículo en Segunda de Corintios 7:10  “la tristeza que Dios busca es la que produce un cambio de corazón y de vida. Ese cambio lleva a salvación y por ello no hay que lamentarse. En cambio, la tristeza del mundo lleva a la muerte”(PDT).

Me había arrepentido de corazón años atrás, ya no era igual, los errores que cometía no eran los mismos y mi deseo de agradar a Dios era genuino. Entendí que el perdón de Dios no se parece al nuestro, para Él el arrepentimiento es merecedor de un banquete y un momento de sabiduría es suficiente para darle un giro a una historia.

No necesitaba hacer más que honrar lo que Jesús había hecho por mí en la cruz, valorar cada pequeña gota de sangre que había pagado por mi salvación. Supe que haría muchas cosas mal durante mi proceso con Él, pero sabía que si iba todos los días a sus brazos de amor, su perdón inagotable alcanzaría para borrar una y otra vez de su libro mi ofensa y escribir sobre las páginas en blanco los aciertos en nuestra relación



 santalulada