lunes, 9 de abril de 2018

El precio de milagro

Todos en algún momento hemos orado por un milagro. Sea cual sea, en lo más profundo de nuestros corazones existe la esperanza de que algo sobrenatural ocurra y nos saqué de la situación compleja por la que estamos atravezando. 

En ocasiones no recibimos lo esperando sino algo mejor, aprendiendo con esto que no podemos limitar con nuestra mente a Dios. En otros momentos hemos recibido un NO rotundo que aunque dolió, con el tiempo entendemos un poco mejor las razones. 

Antes de continuar quiero hacer un alto: no es el papa, la virgen, el santo, el pastor, el muñeco, ni el doctor los que hacen los milagros. Es Dios a través del único nombre en el que he visto verdaderos y duraderos milagros en mi vida y la de otros. Recuerdo una canción que se cantaba mucho en la iglesia católica a la que asistía cuando era niña y la cual decía una verdad que nunca entendí porque no se manifestaba en todo lo demás que ellos decían, la canción decía así: "no era la sombra, ni tampoco Pedro, era el Espíritu Santo que Pedro tenía del Nazareno" sí, el nazareno es Jesús, porque no necesitamos ningún otro intercersor delante del padre "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" 1 Timoteo 2:5 

Puesta esta verdad en el tintero continuo, la cuestión es que creo que todos en algún momento hemos recibido un milagro o como en mi caso somos el milagro de alguien que oró y recibió la respuesta. Pero ¿Qué hacemos después de recibir el milagro? algunos celebramos, agradecemos y le contamos a los demás lo que pasó. Pero en ocasiones de la emoción olvidamos darle gracias al que concedió el milagro, ya nos hizo el favor ya podemos seguir con nuestras vidas. 

Pero si somos diferentes, pagaremos diario un precio por este, no hablo de subir una montaña popular en mi ciudad natal, donde la gente va de rodillas para dar gracias por el favor recibido o hacer varias novenas. Hablo de algo más profundo y es llevar una vida de agradecimiento que se convierte en una ofrenda para aquel que nos dio más. Una vida que transforma y que jamás olvida de dónde la sacaron. Hablo de pagar el precio de disfrutar todo lo que viene con el milagro y de vivirlo responsablemente. 

Me explico, si fuiste sano lo más lógico es que evites al máximo los malos hábitos que te llevaron a estar enfermo. Si fuiste libre que no vuelvas a ser esclavo, si eras ciego y ahora ves que vivas como alguien que ve y no como alguien que sigue entre sombras. El precio del que hablo es el del agradecimiento continuo, de matar esos deseos de hacer locuras porque ya estamos bien y ser más sabios para vivir nuestra vida. En pocas palabras el precio del que hablo es el de no desparramar la bendición recibida aún cuando nuestra carne nos pida otra cosa. 

Esta semana quiero animarte a recordar los milagros que ya recibiste, a dar gracias por ellos de nuevo y a pensar si realmente vienes cuidando de ellos o si por el contrario la emoción fue de momento y sigues sumergido en el mismo problema, no porque Dios no te sacara sino porque decidiste volver allí. Vamos agradecer y a seguir creyendo y si aún un milagro no ha sido recibido, ¡no pierdas la fe! no olvides que sea cual sea la respuesta, su voluntad es buena agradable y perfecta.