lunes, 22 de abril de 2019

¡Necesito descansar!

Tuve unas semanas de locos, mi esposo tuvo una cirugía de rodilla y por esa razón mis
roles se duplicaron, lo que no se duplicó fue el tiempo. En casa normalmente nos dividimos las tareas y para ese momento todas estaban a mi cargo, además del cuidado de él y de mi bebé, (no se imaginan cuánto valoré todo lo que mi esposo hace a diario por nosotras en esos días).  


La primera semana de su recuperación fue bastante pesada para mí, no sabía realmente si iba a poder superar la prueba y por momentos no fui la esposa ideal. Por el contrario, parecía que a veces se me olvidada hasta ser una hija de Dios en medio de tanta presión. Me sentía molesta, cuestioné varias veces su decisión de operarse en esta época y hasta estuve tentada en pedir que alguien viniera de Colombia a ayudarme.


Les confieso que algunas madrugadas cuando me pedía ayuda me levantaba de mala gana, renegando y frustrada por no poder dormir. Había tenido un dolor de cuello por más de un mes y tomé muchas veces de excusa esa situación para justificar mi molestia.


Pero ya sabemos que Dios no se guarda nada y en cada prueba nos enseña algo nuevo y  también saca a la luz esas áreas donde estamos fallando, y ese momento no fue la excepción. Bastó pedirle varias veces que me quitara el dolor de cuello para que como a Pablo me dijera: “bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad” - ¿Pero cuál debilidad? Solo te estoy pidiendo que me quites este dolor de cuello, tan fácil como en una de esas sanidades que he leído-.  


Y es que si bien el dolor de cuello era el reflejo del estrés que acumulé por varios meses, era también el llamado de atención de mi cuerpo y mi espíritu para enseñarme a soltar el control y a descansar. Las mujeres desde hace un tiempo hemos venido cargando con la necesidad de sentirnos superpoderosas, y resulta que no hay nada más agotador que querer tomar el puesto de Jesús cuando somos simples seres humanos.


Me explico, si bien Dios nos creó con particularidades que nos hacen sentir y ser fuertes como dar a luz a un bebé o poder hacer varias cosas a la vez, también nos creó con necesidades que solo él puede suplir. Y no, no somos heroínas que salvan el mundo todo el tiempo. Necesitamos de otros y por supuesto necesitamos de Dios. A mí se me estaba olvidando que no era en mis fuerzas sino en las suyas.


Durante esas semanas aprendí la importancia del descanso, de hacer una tarea a la vez bien hecha y a comprender que hay limitaciones que si bien me frustran, son necesarias para reconocer que no soy perfecta y eso está bien. Su gracia es suficiente para sostenerme en mi debilidad.


Esta semana te quiero animar a no cargar con tanto, a que sueltes ese control y que te dejes ayudar. Las manos de otros y sobre todo el amor de Dios están ahí para ti, no pretendas serlo todo para todos en casa, el trabajo, la universidad… más bien deja que Dios se manifieste a través de otros, y sí, aún a través del descanso en medio de tu necesidad.