No me gusta la era que estamos viviendo, tantas libertades,
tantas opiniones a veces me confunden y me llenan de temor. No quiero decir que
no me guste el tiempo en el que Dios me ha puesto para vivir, lo que no me
gusta es la forma en que lo estamos viviendo.
Llevo más de un año sin Facebook y no quiero con esto que
sientan que me creo mejor persona, pero si quiero contarles que ha sido un
tiempo valioso y que, aunque tengo la tentación de entrar muchas veces para
recuperar algunos contactos cada vez que lo intento me da una pereza enorme
regresar así mis intenciones sean las mejores.
Dejé el Facebook porque me fastidié del bullying que
personas cercanas y que no son cristianas realizaban cada vez que yo expresaba
algo, sin querer que se sintieran aludidas, ellas siempre se sentían aludidas y
hacían de mi muro un lugar de burla, ofensas que realmente eran agobiantes.
Dejé el Facebook porque pasaba la mayor parte del tiempo
allí, viendo las mismas cadenas, los mismos vídeos, los mismos comentarios y me
la pasaba suponiendo sobre la vida de otros como sabía que otros suponían de la
mía.
Dejé el Facebook porque mientras no lo tuve fui feliz,
recuerdo que fue una amiga de la infancia quien me abrió la cuenta y me animó a
tenerla, luego de eso empezaron aparecer personas de mi pasado, algunos
agradables y otros que simplemente eran fantasmas tratando de alcanzarme y
abrumarme con los recuerdos.
Y entre otras cosas dejé el Facebook porque me fastidié al ver
como entre cristianos nos estábamos matando con palabras en vez de alcanzar a
muchos con las mismas. Lo dejé para vivir un poco más y enredarme un poco
menos, porque tanto chisme y relaciones poco profundas estaban haciendo que yo
olvidara lo verdaderamente valioso de una amistad.
Confieso que tiendo a ser algo obsesiva con las cosas,
cuando algo me gusta mucho puedo estar inmersa en ello por mucho tiempo, he
luchado con la aceptación desde niña y sin duda siempre he querido responder y
decir lo que pienso. Y eso en las redes es como un coctel que te tumba en
segundos. A mí no me funciona tener Facebook, pero entiendo y sé que a muchas
otras personas sí, y es a ellos a quien quiero invitarlos a algo, úsenlo de
manera sabia y de vez en cuando salgan de allí para ir a ver a todos esos
contactos que tienen, si tienen algún contacto por chisme no teman sacarlo, de
nada vale amargarnos por la vida de otro que no podemos cambiar.
Finalmente vivan, dejen vivir y sobre todo sepan que la
realidad es más profunda que un simple estado, una foto o un comentario. El
corazón no se conoce del todo en las redes y creo que sin querer queriendo lo que
hemos querido todos en algún momento es obtener un poco más de atención y esa
atención solo se encuentra en las relaciones cara a cara, donde podemos
sentirnos, abrazarnos, reír, hablar y conocer de primera mano lo que sucede con
el otro.
Si sientes que no sirves para tener Facebook déjalo sin
miedo, no va a pasar nada, no dejas de ser lo que eres y tampoco dejas de
existir. Si crees que puedes seguir manteniéndolo no hagas de este tu vida
entera.
Por. Lucía Hernández- Santalulada.