jueves, 28 de mayo de 2015

No son de Dios



Cuando uno es grande o por lo menos cuando cree que lo es uno de los sueños más comunes es tener una vivienda propia, es posible que no queramos repetir la historia de nuestros padres que arrendaron toda su vida o simplemente queramos tener una parte de nuestras vidas adultas más tranquila. 

El verdadero reto comienza cuando te la entregan y con ello vienen todas las responsabilidades, que la pintura se sopló, que llamé a la constructora para que arreglen la gotera, los pagos, los servicios y una infinidad de tareas que recuerdan que ya no eres el pequeño que encendía luces por toda la casa sin que le doliera el bolsillo. 

Pero hay sin duda un hecho que te recuerda con mayúscula sostenida que ya eres mayor, es la palabra más temida de todos los años y de cada propietario. ¡Sí! Es la palabra asamblea que para ser más exacto es asamblea de copropietarios y que después de mi primera experiencia hace un par de días llegué a la conclusión de que en el infierno hay una zona que se llama de esa forma. 

No hay momento donde más conozcas a tus vecinos, es allí que de la nada parejas, viejitos, revolucionarios y seres pasivos aparecen. La señora de las fiestas, el que cuelga ropa en el balcón de arriba, vuelves a ver a tus vecinos del lado, conoces a los amigos del administrador que suelen ser de a 4 o 5 y a los detractores que suelen ser la mayoría. 

Aprendes que si llegas a tiempo los demás no lo harán y el quórum se alcanza unos 40 minutos después de que llegaste. Cuando por fin arranca todo, hay dos o tres que si leyeron todo el informe y tienen listos sus cañones para apuntar. 

Y qué puedo decirles, mi primera experiencia fue fructífera aprendí que es enajenado, cómo pelear en una asamblea y como tumbar una asamblea por falta de transparencia en lo que se está diciendo. Sin duda este espacio es un reflejo de nuestra sociedad que no confía en las autoridades, que de un lado busca sacar tajada y del otro que no le metan los dedos a la boca.

Y no le resto importancia a las asambleas pero sin duda están tan devaluadas que necesita ser replanteadas y no desde su estructura participativa sino desde la mente de los administradores y los copropietarios. 

Deberían ser espacios útiles donde se deciden cosas de un bien común y no asuntos que unos pocos consideran relevantes, espacios donde se construye comunidad y no se destruyen entre dos bandos de la comunidad. En fin, deberían ser espacios de los que uno no debería salir pensando que ‘no son de Dios’.

jueves, 21 de mayo de 2015

Una historia más



Nos miramos las cuatro, todas con la bata gris y zapatones azules. Nuestros ojos asustados ante lo desconocido y desesperadas por salir pronto de allí. Todas jóvenes no más de 34 años, todas con un mismo diagnóstico y en sus mentes el mismo desespero. 

Mirarlas a los ojos y hablarles me hizo ver que no soy la única y que el dolor si es compartido, cada una en su propia casa, familia y hospital. Todas lejos pero a la vez pasando por un desierto similar. Pude ver el temor en sus caras, la incertidumbre en sus ojos y la palidez de una lucha larga contra el mal de sus cuerpos. 

Para los médicos es sencillo es un tema más, para los parientes siempre da algo a opinar, para los esposos una prueba compartida y para quien lo desconoce siempre habrá soluciones simples y sencillas. 

¿Qué dónde está mi Dios al que le doy toda mi prioridad? ¿Qué por qué no me ha sanado? Vaya aquí, tome esto, vea que esto es bendito. Tantas soluciones y ningún resultado.  Sólo en sus brazos, sí en los brazos de Jesús encuentro mi descanso. 
 
Tantas preguntas sin responder, las veces que he llevado mis quejas ante el creador. Cada gota de sangre derramada, cada día con una toalla y detrás de ella otras. Cada día una pregunta, un temor a vencer. Amigos, oraciones, silencios, renuncias, perdones y cuando por fin se encuentra algo de descanso letras de canciones. 

Una mirada distinta de la vida, los sueños que a veces parecen utopías. Entender que los milagros no se dan iguales y algunos requieren procesos que vienen del alma y no del cuerpo. 

Conocer los corazones, los que te traicionan, los que te critican, los que se gozan y se preguntan qué pecado cometiste para estar así. Los que te aman y guerrean junto a ti. Las despedidas y las bienvenidas los abrazos, los regalos y las visitas. 

El amor puro y verdadero del hombre al que juraste amar por siempre, sus manos tiernas limpiando tus lágrimas, los amigos sinceros, las tortas de zanahoria, las arepas de queso, los caldos de amor de mamá, las compotas que trae papá. 

Los sinceros, los arrogantes, los que creen que al vivir una prueba sólo lo bueno es permitido hablar. Los que cuestionan a Dios, los que no saben lo que hay detrás. 

La tormenta, la barca, sus manos invitándome sobre el agua caminar. Mis dudas, mis aciertos, mi fe, sus abrazos y su amor por la eternidad. Sus propósitos en medio de la tempestad. Su nombre confesado en cada petición, su sanidad, su manera, sus silencios y una eterna esperanza de su casa habitar y junto a Él caminar. 

Es Jesús mi esperanza, el eterno amor, quien sin duda calma de a poco la tempestad. 

Mis zapatones azules, mi bata gris, una sonrisa combatiendo el miedo de las demás. Una salida, mil preguntas, una sola esperanza y una motivación más ser valiente por las que vienen, por las que sufren por las que necesitan conocer de Jesús en la tormenta de su vida. 

Soy mujer, soy su hija… Él mi único amor, mi refugio.