Nos miramos las cuatro, todas con la bata gris y
zapatones azules. Nuestros ojos asustados ante lo desconocido y desesperadas
por salir pronto de allí. Todas jóvenes no más de 34 años, todas con un mismo diagnóstico
y en sus mentes el mismo desespero.
Mirarlas a los ojos y hablarles me hizo ver que no
soy la única y que el dolor si es compartido, cada una en su propia casa,
familia y hospital. Todas lejos pero a la vez pasando por un desierto similar.
Pude ver el temor en sus caras, la incertidumbre en sus ojos y la palidez de
una lucha larga contra el mal de sus cuerpos.
Para los médicos es sencillo es un tema más, para
los parientes siempre da algo a opinar, para los esposos una prueba compartida
y para quien lo desconoce siempre habrá soluciones simples y sencillas.
¿Qué dónde está mi Dios al que le doy toda mi
prioridad? ¿Qué por qué no me ha sanado? Vaya aquí, tome esto, vea que esto es
bendito. Tantas soluciones y ningún resultado. Sólo en sus brazos, sí en los brazos de Jesús
encuentro mi descanso.
Tantas preguntas sin responder, las veces que he
llevado mis quejas ante el creador. Cada gota de sangre derramada, cada día con
una toalla y detrás de ella otras. Cada día una pregunta, un temor a vencer.
Amigos, oraciones, silencios, renuncias, perdones y cuando por fin se encuentra
algo de descanso letras de canciones.
Una mirada distinta de la vida, los sueños que a
veces parecen utopías. Entender que los milagros no se dan iguales y algunos
requieren procesos que vienen del alma y no del cuerpo.
Conocer los corazones, los que te traicionan, los
que te critican, los que se gozan y se preguntan qué pecado cometiste para
estar así. Los que te aman y guerrean junto a ti. Las despedidas y las
bienvenidas los abrazos, los regalos y las visitas.
El amor puro y verdadero del hombre al que juraste
amar por siempre, sus manos tiernas limpiando tus lágrimas, los amigos
sinceros, las tortas de zanahoria, las arepas de queso, los caldos de amor de
mamá, las compotas que trae papá.
Los sinceros, los arrogantes, los que creen que al
vivir una prueba sólo lo bueno es permitido hablar. Los que cuestionan a Dios,
los que no saben lo que hay detrás.
La tormenta, la barca, sus manos invitándome sobre
el agua caminar. Mis dudas, mis aciertos, mi fe, sus abrazos y su amor por la
eternidad. Sus propósitos en medio de la tempestad. Su nombre confesado en cada
petición, su sanidad, su manera, sus silencios y una eterna esperanza de su
casa habitar y junto a Él caminar.
Es Jesús mi esperanza, el eterno amor, quien sin
duda calma de a poco la tempestad.
Mis zapatones azules, mi bata gris, una sonrisa
combatiendo el miedo de las demás. Una salida, mil preguntas, una sola
esperanza y una motivación más ser valiente por las que vienen, por las que
sufren por las que necesitan conocer de Jesús en la tormenta de su vida.
Soy mujer, soy su hija… Él mi único amor, mi
refugio.
Hoy me retas a Creer una vez mas, he aprendido que Dios a todos nos da la victoria en su tiempo pero que no por eso debemos abandonar el barco, yo decido creer en que veremos el milagro pronto y celebraremos con torta de zanahoria y granizado de maracuyá, gracias por retarme a ser esa guerrera que no se rinde a pesar de las circunstancias vamos con toda y que hoy sea tiempo de recordar esa canción que dice: "todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su momento" :)
ResponderEliminarEs difícil lo que estás pasando, pero sé que vas a salir de ahí, tendrás la victoria y, como dices, estarán las que van a venir detrás de ti. Nadie podrá hablar con más autoridad de esto que tú, porque ya lo habrás vivido. Conocerás la satisfacción de usar el dolor para ayudar a otras. Sé que saldrás fortalecida, animada, imparable ¡No te rindas!
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