miércoles, 26 de noviembre de 2014

Ni con el pétalo de una rosa pero tampoco con la palabra moza



Ver a los hombres pintarse los labios de rojo apoyando una campaña a favor de las mujeres y pidiendo que se acabe la violencia contra ellas es realmente interesante pero en el fondo sabemos que para otros hombres no quedará sino en burlas y el símbolo no cambiará las cifras. 


Pero el verdadero problema que veo no es que se pinten los labios y mucho menos que sean los hombres los causantes de las tristes cifras, el profundo problema que observo es que a diario veo como nos violentamos entre mujeres sin importarnos nada. 


Veo como en una continua competencia por cosas tan sencillas como un puesto en Transmilenio nos empujamos, decimos groserías y hasta nos golpeamos y me pone a pensar que la mayor fuente de violencia contra las mujeres la generamos nosotras mismas.


Si no es así entonces que levante la mano la mujer que jamás ha criticado a otra, que nunca ha llamado perra o zorra a otra por la manera en que viste o porque su ex novio se fue con ella. Levanten la mano las mujeres que no se burlan de otras por la manera en que  van vestidas o como hablan y de paso no arman nunca chismes para que sus amigos no se junten con otra chica a la que no conocen pero asumen que es merecedora de llamarse mojigata, zunga o solapada sólo porque no hace lo mismo que ustedes. 


Creo que al menos en una no puedo levantar la mano, pero asumo que en todas en algún momento he fallado. Saben en el poco mundo laboral que he experimentado mis peores experiencias no han sido con los hombres por el contario son las mujeres las que han logrado que odie el ambiente laboral y a las que menos puedo plantearles una idea. 


Nos damos codo, nos lastimamos y nos hacemos la vida imposible unas a otras creo que el mayor matoneo que he recibido en mi vida lo recibí de mujeres, pues estudié en colegio y universidad femenina y lo que viví no siempre fue lo más grato. De paso en una familia llena de mujeres se corren los mismos riesgos que en una donde predominan los hombres. 


Yo propongo algo, empecemos por nosotras para erradicar la violencia en contra de las mujeres, cuidémonos, cuidemos la reputación de la otra y seamos más amables. El día que veamos el potencial que tenemos todo puede ser diferente; porque finalmente somos las que criamos a los hombres y podemos darles ejemplo de cómo respetar a las mujeres con las que estarán. Dejemos de lado la envidia para darle paso a la admiración. Demos paso a generar entre nosotras fortalezas que nos cuiden del daño que pretenden hacernos y seamos guerreras que cuidan la una de la otra desde las palabras, los sentimientos y las acciones.  
 

martes, 11 de noviembre de 2014

El Robo Milagroso



¿Qué pasa cuando a un profesor le roban la maleta con los finales de sus estudiantes? Jamás me hice esa pregunta hasta hoy cuando me compartieron la historia de uno que lo vivió. 

Antes que me contaran su final, me lo imaginé alegando que se la comió el perro, contando una fantástica historia donde llegando a la universidad se cayeron a un charco, en el peor caso me lo imaginé planeando un nuevo final para terminar definitivamente con sus estudiantes. 

Me imaginé a uno de sus alumnos orando de día y de noche por un milagroso suceso para él y todos sus compañeros, me imaginé a otros resignados estudiantes seguros de la materia pérdida, me imaginé todo lo que se puede uno imaginar al recordar cuando sufrió igual que ellos con los finales en la universidad. 

Recordé cuando me encontraba en el Mayor de Cundinamarca estudiando, teníamos un profesor al cual todo el mundo le temía pero luego de un tiempo uno aprendía amarlo con su hablado tolimense y sus burlas continúas hacía cada una de nosotras “ojo al Cristo que es de palo y empieza a padecer” era su frase de advertencia cuando el tema en cuestión podía llevarnos a obtener una de sus famosas triple arepas. 

Cada final de semestre nuestras oraciones creyentes y no creyentes se elevaban al cielo y a donde fuera posible para obtener la nota que nos arrastraría al 3 que uno podía aspirar en esa materia. Crea o no un 3.3 era como un 5.

Recibir la nota de esa materia era un calvario, hacíamos fila por un buen rato y una por una iba entrando, con el tiempo aprendimos que si veía esfuerzo en uno le preguntaba “¿Cuánto necesita?” y pasábamos con ese glorioso 3. 

Glorioso 3 que también necesitaban una gran parte de los estudiantes de la historia que me contaron y el cuál para ellos en un acto de bondad extraña su profesor había decidido darles a todos. 

Glorioso milagro que ocurrió en un bar, donde los dueños de lo ajeno se llevaron la maleta con todos los miedos y aciertos de un semestre, con la resignación de algunos y las lágrimas de otros. Ahora me pregunto cuántos estudiantes rezan por un milagro igual o por lo menos con la pérdida del papel que sentencia del semestre su final.