jueves, 13 de julio de 2017

Del sur al norte



 Ph. @santa_lulada

Me veo años atrás soñando con lo que estoy viviendo, no precisamente en este lugar, no con otro idioma, pero si lejos de todo lo conocido y recorriendo calles nuevas. En ese momento no tenía claro que no era donde yo quisiera sino donde Él propusiera. Quería ir al sur pero me trajo al norte. Yo quería bohemia y Él llevar su verdad.


Todos me hablan del sueño americano y estando aquí a mí me abruma solo nombrarlo. Me asusta desde llenarme de cosas innecesarias, hasta perder mi acento para que me acepten. No quiero perder la alegría, ni olvidarme que fue la cumbia la que me encantó antes que el pop. Quiero aprender lo bueno, disfrutar sin olvidar quién soy.


Estando aquí he comprendido que no pertenezco a un solo lugar, que soy hija de aquel que se movió junto al viento y viajó a lugares diversos, Él no tenía si quiera un lugar donde recostar su cabeza. Estoy aprendiendo que mi seguridad no depende de un país sino de mi confianza en Jesús.


Y mientras experimento cada cambio, mientras espero hablar de forma fluida del amor de Dios en un nuevo idioma, comprendo de a poco que una sonrisa, el amor y los abrazos son las mejores maneras para hacer real lo que con palabras por ahora no puedo expresar. Dios me trajo hasta aquí y no sé a donde me lleve toda esta experiencia, solo pido no olvidar que yo soy su pueblo y a donde quiera que me lleve él será mi Dios.


Porque nada en esta tierra nos hará completamente felices, ni el sueño cumplido. Pues cada sueño trae su propio reto y cada reto su alegría y dolor.

miércoles, 5 de julio de 2017

El libro de Dios



Una vez escuché que cuando me arrepentía de corazón y pedía perdón por mi pecado, Dios borraba de su libro inmediatamente toda la información que le recordara lo que hice. Era mi decisión si volvía a escribir allí la misma historia, nadie más podría dañar con tinta lo que Él había borrado con la sangre de su hijo.

Aunque me pareció maravilloso este nivel de perdón ofrecido por Dios, con los años me di cuenta que esta verdad preciosa y liberadora no era lo que estaba viviendo. Tenía el deseo de ser diferente y vivir una vida única para Él, pero constantemente los errores del pasado no me dejaban dar los pasos suficientes.

Los recuerdos de las malas decisiones venían en forma de pesadilla. La culpa se llevaba los sueños, y no eran los míos sino los de Dios los que parecían irse de mis manos.

Creí que solo haciendo cosas podría saldar mis pecados del pasado, me uní en una desenfrenada ola de actividades dentro de la iglesia y fuera de ella, todo lo que pudiera dar a otros sería mi penitencia para sentirme perdonada. Pero nada funcionó.

Un día leyendo la Biblia me encontré con este versículo en Segunda de Corintios 7:10  “la tristeza que Dios busca es la que produce un cambio de corazón y de vida. Ese cambio lleva a salvación y por ello no hay que lamentarse. En cambio, la tristeza del mundo lleva a la muerte”(PDT).

Me había arrepentido de corazón años atrás, ya no era igual, los errores que cometía no eran los mismos y mi deseo de agradar a Dios era genuino. Entendí que el perdón de Dios no se parece al nuestro, para Él el arrepentimiento es merecedor de un banquete y un momento de sabiduría es suficiente para darle un giro a una historia.

No necesitaba hacer más que honrar lo que Jesús había hecho por mí en la cruz, valorar cada pequeña gota de sangre que había pagado por mi salvación. Supe que haría muchas cosas mal durante mi proceso con Él, pero sabía que si iba todos los días a sus brazos de amor, su perdón inagotable alcanzaría para borrar una y otra vez de su libro mi ofensa y escribir sobre las páginas en blanco los aciertos en nuestra relación



 santalulada