viernes, 25 de septiembre de 2015

Paz



En Colombia estamos pasando por un momento histórico que realmente veíamos lejano, pues luego de intentos fallidos de procesos de paz con uno de los actores más complejos de nuestro conflicto armado, estamos viendo una pequeña luz en medio de  la oscuridad en la que se ha visto sumida nuestro país. 

Algunos sienten que hay impunidad, otros piensan que es necesario ceder en algunos aspectos con tal de alcanzar ese bien preciado que durante años todo el planeta ha deseado. 

Y yo soy de las optimistas porque desde chiquita me ha gustado la política y tengo dentro de mí una especie de héroe chiquito que ha soñado con arreglar la sociedad y todos sus problemas. Pero viendo tan cerca una posibilidad de tener algo de paz en mi país me cuestiono qué tan sencillo va a ser desmovilizar los corazones de la gente. 

Y lo digo porque hay que ver a diario las noticias para darse cuenta que no es solo cuestión de un grupo armado, sino de todos nosotros, los robos, ataques con ácido, extorsiones, barras bravas, mujeres bravas… Tenemos tan arraigada la violencia en nuestros corazones que nos es más fácil odiar que perdonar, tratar con indiferencia y criticar.  

Pero qué pasaría si nos sentamos en nuestras propias casas y hacemos un proceso de paz, sacamos las banderas blancas y nos sentamos hacer acuerdos que mejoren nuestra convivencia y luego hacemos lo mismo en nuestras oficinas y por qué no en nuestros barrios. 

Se imaginan todos haciendo acuerdos que respetamos para convivir mejor. Y se la pongo más difícil qué pasaría si perdonamos y le damos indulgencia a esa mujer que se llevó el marido que tanto amamos, al novio con el que planeábamos tantas cosas, a la vieja que nos usó por la plata y luego se fue con otro más. Al vecino que nos miró feo, a la persona que nos hizo daño en la iglesia y así con cada persona que nos lastimó.

Yo sé que usted puede estar diciendo “No me venga con cuentos, yo no puedo olvidar lo que me hicieron” y es verdad, eso no se lo voy a pedir ni a discutir. Perdonar no es olvidar creo que difícilmente fuimos diseñados para olvidarnos de cosas que marcaron nuestras vidas, pero sí fuimos diseñados con una capacidad llamada resiliencia para levantarnos de las más grandes dificultades y dolores del alma y el cuerpo. Y de manera asombrosa podemos ver de una manera diferente esas situaciones que nos dañaron.

Hoy quiero invitarle a perdonar, a sacarse de adentro toda la amargura que dejó el dolor que pudo vivir en el pasado o que está viviendo en la actualidad, quiero invitarle a que pueda respirar sin un atorado adentro que le limita de disfrutar las buenas cosas de la vida, que son muchas y se pueden estar perdiendo por vivir atado a un pasado o presente de rencores. 

Yo le puedo dar varias fórmulas de perdón pero sin duda la que conozco y me cambió la vida, es a través del amor y la visión que sólo Jesucristo me ha dado frente a lo que vivo con los demás. Quién más que él quien fue a la cruz y a pesar de su dolor le pide al padre que perdone a los que le están lastimando porque no saben lo que hacen nos puede enseñar a perdonar.

Es en él que he logrado avanzar, perdonar cada cosa, a diario, desde la bobada más pequeña que me puede lastimar y es así que en medio de todo logro encontrar ratitos de paz sobreabundante que se van multiplicando de a poco en mi vida y los que me rodean.
Hablamos de paz y nos falta comprometernos, yo hoy le invito hacerlo. Busque en los anaqueles de su conciencia y de su corazón qué cosas le lastiman, quién es ese que puede merecer lo peor de usted y dejarlo libre. 

Si luego de eso puede imaginarse lavando los pies de quien perdonó como lo hizo Jesús con sus discípulos le puedo asegurar que vivirá plenamente una paz que jamás imaginó y que si lo hace todos los días va a permanecer y va a contagiar. 

La paz es tan grande pero a la vez tan simple que comienza por usted y en algo tan pequeño como su casa.  

martes, 1 de septiembre de 2015

Él dijo no



Cuando era pequeña una de las cosas que me hacían comportarme de una manera bochornosa y antipática con mis padres era que me dijeran que no y peor aún que al preguntar el porqué del asunto me dijeran ¡porque no!


Y es que creo que a ningún ser humano cuerdo le gusta que le digan que no a algo, sobre todo a algo que anhela, bueno de seguro al señor Ricardo Arjona si le gusta pues bien deja claro que si la vieja le dice de entrada que no, lo va a tener todo el día pensando en ella. 


La cuestión es que en la vida recibiremos muchos no que nos van a doler, el no a un trabajo  que anhelábamos con el alma, el no a un vestido o zapatos que deseábamos y algunos no más trascendentales e importantes como cuando Dios dice no a la sanidad de alguien y le perdemos para siempre. 


El 2015 ha sido para mí hasta ahora un año de muchos no en el aspecto de salud, he orado por personas que se han ido, he visto como nuevos seres que venían al mundo se nos fueron y he escuchado muy fuerte diagnósticos repetitivos y difíciles en consultorios médicos. No ha sido falta de fe, no he dejado de declarar sanidad sobre mi cuerpo, le he recordado a la enfermedad que le pertenezco a Jesucristo y me perdona si alguno que me lee no cree en Dios, hoy no tengo otra opción que hablar de Él. 


Y es que antes de que se fuera Jesús al lado de nuestro padre Dios nos dejó claro que en el mundo pasaríamos pruebas y aflicciones y que estuviéramos tranquilos que Él había vencido al mundo Juan 16:33 (la versión que recuerdo) pero nadie está usualmente preparado para las aflicciones, los diagnósticos, las pruebas, los cementerios ni nada que se le parezca. 


Los no de Dios pueden ser de diferentes categorías el no todavía, el no me parece pero tu verás y el no definitivo que cierra las puertas a cualquier intento de interceder. Pero el verdadero meollo del asunto es cómo reaccionas ante el no de Dios cualquiera que sea la categoría. 


Mis reacciones han sido muchas, rabia, llanto, dolor, noches enteras orando y llorando en sus brazos y días en los que he pensado que no me ama más. Sé que pensarás que lo ideal es que adore y que de gracias pero siendo sincera pocas veces durante la prueba ha sido lo primero que he hecho, creo que el no me duele desde chiquita y recibirlo me genera todo tipo de frustración y cansancio. 


Hoy no sé porque no atravieses, pero puedo asegurarte que cada no en tu vida te llevará a un nuevo escalón de fe, de fuerza y de ganas de vivir en la medida que le permitas a ese no cumplir el gran propósito que tiene Dios para ti. Un no sea cual sea no es el final sino el principio de algún otro sí que te espera y que necesita que lo recibas con tanta decisión que no le malgastes. Por cada no hay una oportunidad de crecer, de enrutarte hacía lo que Dios quiere y aunque a veces parezca imposible un no puede ser la oportunidad que habías esperado para conocer mucho más del amor de Dios por ti.