En Colombia estamos pasando por un momento histórico que
realmente veíamos lejano, pues luego de intentos fallidos de procesos de paz
con uno de los actores más complejos de nuestro conflicto armado, estamos
viendo una pequeña luz en medio de la oscuridad
en la que se ha visto sumida nuestro país.
Algunos sienten que hay impunidad, otros piensan que es
necesario ceder en algunos aspectos con tal de alcanzar ese bien preciado que
durante años todo el planeta ha deseado.
Y yo soy de las optimistas porque desde chiquita me ha
gustado la política y tengo dentro de mí una especie de héroe chiquito que ha
soñado con arreglar la sociedad y todos sus problemas. Pero viendo tan cerca
una posibilidad de tener algo de paz en mi país me cuestiono qué tan sencillo
va a ser desmovilizar los corazones de la gente.
Y lo digo porque hay que ver a diario las noticias para
darse cuenta que no es solo cuestión de un grupo armado, sino de todos nosotros,
los robos, ataques con ácido, extorsiones, barras bravas, mujeres bravas…
Tenemos tan arraigada la violencia en nuestros corazones que nos es más fácil
odiar que perdonar, tratar con indiferencia y criticar.
Pero qué pasaría si nos sentamos en nuestras propias casas y
hacemos un proceso de paz, sacamos las banderas blancas y nos sentamos hacer
acuerdos que mejoren nuestra convivencia y luego hacemos lo mismo en nuestras
oficinas y por qué no en nuestros barrios.
Se imaginan todos haciendo acuerdos que respetamos para
convivir mejor. Y se la pongo más difícil qué pasaría si perdonamos y le damos
indulgencia a esa mujer que se llevó el marido que tanto amamos, al novio con
el que planeábamos tantas cosas, a la vieja que nos usó por la plata y luego se
fue con otro más. Al vecino que nos miró feo, a la persona que nos hizo daño en
la iglesia y así con cada persona que nos lastimó.
Yo sé que usted puede estar diciendo “No me venga con
cuentos, yo no puedo olvidar lo que me hicieron” y es verdad, eso no se lo voy
a pedir ni a discutir. Perdonar no es olvidar creo que difícilmente fuimos
diseñados para olvidarnos de cosas que marcaron nuestras vidas, pero sí fuimos
diseñados con una capacidad llamada resiliencia para levantarnos de las más
grandes dificultades y dolores del alma y el cuerpo. Y de manera asombrosa
podemos ver de una manera diferente esas situaciones que nos dañaron.
Hoy quiero invitarle a perdonar, a sacarse de adentro toda
la amargura que dejó el dolor que pudo vivir en el pasado o que está viviendo en
la actualidad, quiero invitarle a que pueda respirar sin un atorado adentro que
le limita de disfrutar las buenas cosas de la vida, que son muchas y se pueden
estar perdiendo por vivir atado a un pasado o presente de rencores.
Yo le puedo dar varias fórmulas de perdón pero sin duda la
que conozco y me cambió la vida, es a través del amor y la visión que sólo
Jesucristo me ha dado frente a lo que vivo con los demás. Quién más que él
quien fue a la cruz y a pesar de su dolor le pide al padre que perdone a los
que le están lastimando porque no saben lo que hacen nos puede enseñar a
perdonar.
Es en él que he logrado avanzar, perdonar cada cosa, a
diario, desde la bobada más pequeña que me puede lastimar y es así que en medio
de todo logro encontrar ratitos de paz sobreabundante que se van multiplicando
de a poco en mi vida y los que me rodean.
Hablamos de paz y nos falta comprometernos, yo hoy le
invito hacerlo. Busque en los anaqueles de su conciencia y de su corazón qué
cosas le lastiman, quién es ese que puede merecer lo peor de usted y dejarlo
libre.
Si luego de eso puede imaginarse lavando los pies de quien
perdonó como lo hizo Jesús con sus discípulos le puedo asegurar que vivirá
plenamente una paz que jamás imaginó y que si lo hace todos los días va a
permanecer y va a contagiar.
La paz es tan grande pero a la vez tan simple que comienza
por usted y en algo tan pequeño como su casa.