La semana pasada me encontraba viendo Si tuviera 30 donde la protagonista es Jennifer Garner, todo iba
muy bien hasta que a la mitad de la película la sensación más extraña se
apoderó de mí, ya no era la chica de 20 años viendo esta película como algo
lejano, ya no estaba pensando como Jenna Rink y buscando quién sería mi apuesto
y tierno Matt. Hice cuentas rápidamente y mi corazón se aceleró angustiado
porque Si tuviera 30 se haría
realidad en 6 meses.
Estar próximos a los 30 siempre llena de expectativas y un
montón de preguntas sobre qué viene para nosotros. Tememos que nos llamen
señora o señor porque siempre quisimos huirle al término y miramos en retrospectiva
todo lo que hemos hecho para identificar si somos unos fracasados o hemos
logrado el éxito esperado.
Obvio me da miedo llegar a esta edad pero más que por la
edad por las exigencias que el mundo a tu alrededor hace. A los 30 se supone
que tengas el mejor trabajo, mayor reconocimiento y un sueldo que te permita
tener una vida de lujo, pero como todo lo que nos exige el mundo no es lo
realmente correcto, esas expectativas se revientan como globo en manos de un
niño pequeño.
He pasado por todas las etapas desde que cumplí 29 en
octubre del año pasado, la negación, el querer cambiar todo mi ropero y hasta
analizar si las converse deben seguir siendo parte de mi canasta familiar. He
comprado maquillaje, ahora pruebo más peinados y me siento extraña cuando salgo
sin pasarme la plancha por mi pelo.
Invierto en cremas para peinar, para la cara, para las piernas,
para combatir la celulitis y tomo todo jugo que me recomiendan. Visito más
seguido al médico y por desgracia al ginecólogo por un tema de salud que me ha
cambiado la vida por completo. Analizo todo mejor, recomiendo la medicina
complementaria y parezco mamá dando consejos a mis amigos más jóvenes.
Ya las 9:00 pm es un horario difícil para mí, no resisto las
mismas comidas y veo como poco a poco el cuerpo me exige una rutina de
ejercicios que quiten todo espasmo y moderen los cambios hormonales. La
cercanía a los 30 me produce un coctel de sentimientos, agradezco haber llegado
hasta aquí pero hay días que me pregunto cómo hice para llegar.
Pero no todo es tan malo, porque esa cercanía a los 30 me ha
hecho verme de manera distinta he aprendido
a mirarme como mujer, aceptar los cambios y sobre todo me ha llevado a
dejar de lado gente y situaciones nocivas que a veces soportas en los 20s para
seguirte manteniendo dentro del grupo. Estoy casada con un hombre maravilloso
con el que nos encanta cumplir sueños y mirar ese futuro como algo cambiante
donde siempre tienes algo nuevo por experimentar.
Veo hacía atrás y no cambiaría nada pues todo lo que viví me
enseñó algo bueno o malo pero crecí, no tengo el trabajo soñado pero trabajo
para cumplir mis sueños y he entendido que vivir la vida de lujo no requiere
tantos lujos sino estar rodeado de lo correcto en el instante correcto y hacer
lo que amas aunque eso no genere al mismo instante una retribución.
Le hecho caso a mis talentos sin pensar en el qué dirán,
entendí que no puedo caerle bien a todos pero tampoco todos pueden caerme bien,
eso me ha quitado un peso de encima. Estoy aprendiendo que perdonar no es
cuando se me dé la gana sino a penas pasen las cosas, porque la falta de perdón
enferma, daña y sobre todo amarga y no quiero vivir amargada.
Me hago más fuerte en medio de la prueba de salud que estoy
viviendo, cualquier dolor no me hace llorar y entendí que no soy una cobarde. Los
30 están por llegar y no soy la misma, lo que me sugiere que ha valido la pena.
Mientras tanto vivo este día segura que mientras tenga vida habrá buenas
razones para sonreír, otras tantas buenas razones para llorar y sin duda alguna
nuevos sueños por alcanzar.