No
sé a ustedes, pero a mí eso de las charlas pendientes no me gusta, me genera un
estrés impresionante, y por más que quiera saber qué me van a decir me
desagrada tener que ir a encontrarme con alguien para cumplir ese tipo de citas.
No por orgullo, simplemente porque al no saber qué esperar de alguna manera uno
busca protegerse y evadir.
Hace
poco tuve que vivir una, afortunadamente todo salió mejor de lo que esperaba,
pero esta situación en particular me llevó a reflexionar y a comprender que es
mejor no dejar nada pendiente así el resultado no sea el mejor.
Vamos
por la vida dejando asuntos por resolver por temor a ser dañados y no pensamos
que podría pasar algo mejor y ser sorprendidos. Durante mi adolescencia fui de
esas que dejó relaciones inconclusas, amistades a medias saliendo herida e
hiriendo. Sin querer me convertí en alguien que le huía a la verdad y al dolor.
Temía ser sincera y que fueran sinceros conmigo, como si esconderme fuera la
manera propicia para resolver y como si el tiempo no se encargara de lanzarte
preguntas como: ¿qué hubiera pasado sí?
No
deseo extender mucho este escrito, en realidad lo que quiero es
motivarlos a resolver los asuntos pendientes, a ir con la verdad y esperar lo
mismo. Pero sobre todo a dejar el orgullo de lado y tratar de cerrar el ciclo,
sea para no volver o para reiniciar, para darse cuenta de que tenían razón o
simplemente para entender que estaban mal. No hay nada peor que quedarse
con la duda y no hay nada mejor que cerrar los capítulos de nuestras vidas para
seguir escribiendo unos mejores.
Santalulada