Es tanta la polémica causada por Maluma como jurado de un
reality musical que ya no me puedo quedar callada ante el tema, y esta vez no
haré parte de los cientos de criticones que de un momento a otro saben tanto de
música como para juzgar y hablar cada noche pestes de él. Aunque tengo que
aceptar que en un principio vi absurdo que
él fuera jurado, después entendí que eso no me afecta ni me aporta.
No escucho lo que él hace porque en general el Reggaeton no me parece un género que aporte a
las mujeres y hace mucho dejé de bailarlo cuando decidí alejarme de la rumba. Pero
el tema de leer cada noche las ofensas y burlas que van desde llamarlo
homosexual hasta hacer referencias sexuales entre él y Fanny Lu, me hablan
claramente de la sociedad hipócrita en la que estamos viviendo.
Una sociedad que a
veces, más que preocupada por el aprendizaje musical de un niño es doble
moralista, envidiosa y mezquina. Una sociedad que lanza piedras contra la
rectora de un colegio por el suicidio de un chico homosexual asediado al punto
de quitarse la vida y que luego también sale a defender los derechos de la
mujer, pero que llama homosexual al hombre que resulta atractivo a las mujeres,
y es generalmente la misma sociedad que baila reggaeton cada viernes y no hace
distinción si es de Maluma o de Don Omar.
Lo que quiero plantear es que es detestable en lo que se
han convertido las redes sociales, que en un extremo y mal usadas hacen con la
dignidad del que según todos “da papaya” lo que se les da la gana. Entiendo que
cada cual hace en sus redes lo que quiera pero el asedio hacía algunas personas
cansa visualmente y en mi caso espiritualmente. Realmente quisiera saber
cuántos de esos que se burlan de Maluma cada noche, han cumplido sus sueños y
hacen algo relevante a parte de criticar detrás de un teclado.
Nos acostumbramos a criticar lo que no conocemos, lo que no
nos gusta y a todo el que piense diferente. Nos hemos convertido en balas
humanas que traspasan a diario a otros. Somos una sociedad que lleva la
violencia tan arraigada que con palabras abusamos y dañamos a otros por hacer
algo distinto de lo que nosotros creemos es lo correcto.
¿Dónde queda el respeto? ¿Dónde queda el amor? Nos ofendemos
con el proceso de paz, y gritamos justicia por los actos de la guerrilla o de
los paramilitares, pero en el fondo nos hemos acostumbrado y por eso hay más
odio en nuestras palabras que cosas buenas.
Queremos que nos traten bien y nos respeten, pues empecemos por
respetar y usar palabras mejores en nuestro cotidiano y con todos.
Me incluyo en todo, porque me he dado cuenta que soy parte del juego y el
cambio comienza por mí.
Muy de acuerdo con lo que escribes. Los realities son de por sí bastante deshumanizantes como para seguir en el juego que proponen las programadoras. Hay que ver hasta que punto ese tipo de programas aportan a nuestra vida.
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