Bajo la adrenalina nos volvemos un pedazo de historia sin
contar, gritamos, corremos, nos paralizamos, golpeamos etc. Cualquier reacción
es posible cuando segregamos la hormona de la adrenalina y en Bogotá creo que
la hormona se activa cada minuto en alguien con el grado de inseguridad, los
trancones, el Transmilenio entre otras cosas que pueden vivirse en una ciudad
como la nuestra.
Bogotá sin duda alguna es una ciudad grande, con barrios que
no conozco del todo y que año tras año recibe una gran colonia de cada parte
del país y del mundo, que viene en búsqueda del sueño de las posibilidades que
se pueden encontrar en esta ciudad o huyendo de la falta de atención del Estado
a sus terruños.
La ciudad de todos, como la vienen llamando de un tiempo
para acá, parece a veces la ciudad de nadie y como bogotana, de las pocas que
quedan, veo con dolor como se aumenta la población y a su vez los problemas. Con
tristeza debo decirlo que si usted viene de vacaciones y lo miran mal no se
lleve la impresión que son lo rolos los que lo hicieron porque a mí a diario
gente de otras ciudades me ha mirado con odio, ya ese cuento de que somos los fríos
del país está mandado a recoger.
Nuestra ciudad recoge y acoge a todos y no veo que este mal
porque como ciudad está destinada a ser un punto de encuentro y más aún cuando
es la capital del país, pero hoy quiero hacer un llamado a la conciencia. Si
usted viene de otro lugar donde hay menos población, menos carros, más
capacidad de manejo de las situaciones no venga a criticar y a comparar que su
ciudad, país o pueblo es mejor y que Bogotá no, le recuerdo que año tras año
personas como usted vienen a llenarla más y ella le da todo lo que necesita,
vivienda, educación, comida y una oferta cultural que en gran parte es gratuita.
Hoy hago un llamado a la conciencia de no botar el papel en
la calle, de cuidar las fuentes hídricas, de aprender cultura ciudadana, desde
hacer una fila o no empujar para ingresar al transporte público, a la cultura
de no le echo el carro al otro porque tengo una camioneta y él tan sólo es un
peatón o alguien que usa la cicla como medio de movilización, a no comprar dos
o tres carros para evitar el pico y placa y llenar las calles. La invitación es
a dejar de denigrar mi ciudad, a respetarla, respetar a sus habitantes y tratar
de que ella sea un mejor lugar para habitar, pues cada diciembre usted va de
visita a su lugar de origen y no hace lo mismo que hace aquí por el contrario
cuida y habla maravillas.
Yo aprendí con los años que si uno bendice el lugar donde
vive las cosas cambian, que si usted habla lo bueno la gente cambia, las
palabras tienen gran poder pero los hechos pueden transformar aún más lo que le
rodea. Entiendo que no es sencillo vivir sonriendo cuando a diario vemos
ladrones y con suerte nos libramos de ellos o cuando el tráfico está al tope y
no podemos llegar a tiempo, pero está en nuestras manos en las de los bogotanos
nacidos y adoptados mejorar esta ciudad.
Vote bien en las próximas elecciones, por el que quiera pero
lea las propuestas no se deje llevar por la masa de los extremos, por odios o
por el tamal que le den en plena campaña. Analice con su familia qué cosas
puede hacer para mejorar, deje de pensar de forma individual y sobre todo como
decía Fito Páez en una de sus canciones ¡Saque el diablo de su corazón!
Desde que Fito plasmo en esa hermosa canción, esa monumental frase, las ciudades latinoamericanas con su flexible masa de ciudadanos, pudo entender que sino se saca el diablo del corazón, todo estará mucho peor y seguirá la bolita de nieve. Y así reza ese estribillo que podría adaptarse a la ciudad que hoy describes: 'Bogotá hoy te falta mambo, te sobra muerte y pasarela'.
ResponderEliminarUn abrazo querida Lu, un placer leerte y esa ciudad que tanto anhelamos comienza por escribirla y describirla desde aquí, donde todo comienza: las ideas. :)
Es verdad desde las ideas y los pequeños cambios, podemos pasar por soñadores pero sino soñamos no hay sentido en la vida.
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